domingo, noviembre 03, 2019

Interdependencia digital - gobernanza de Internet y del ciberespacio

Interdependencia Digital
Alejandro Pisanty
Intervención en el evento multisectorial organizado por la Fundación Konrad Adenauer, México, 2019

Agradecimientos a la Fundación Konrad Adenauer, y en particular a Ann-Kathrin Beck por su inteligencia, amabilidad, visión y capacidad de organización, además del interés en el tema y su rápida absorción de los puntos esenciales.

1. Interdependencia Digital

El Panel del Secretario General de la ONU sobre Cooperación Digital es uno más, entre los más distinguidos sin duda, de los pasos que diversos organismos han dado para estudiar y proponer avances colectivos en la gestión del ciberespacio, Internet y sus impactos en la humanidad.
Conforme han pasado ya no sólo los años sino las décadas, las tecnologías de información y comunicación y en particular Internet han dejado una huella imborrable, acelerado tanto como producido grandes transformaciones sociales, y mostrado un espejo en el que la humanidad se mira no sólo en sus mejores rasgos y más altas aspiraciones sino también en algunos de sus aspectos más obscuros.
La cooperación y creatividad casi ilimitadas de los primeros años de Internet no se han interrumpido; más bien al contrario, se han acelerado, diversificado, y expandido a nuevos espacios geográficos, generacionales y culturales. A la vez, sin embargo, las conductas perjudiciales entre personas y entre organizaciones han encontrado vehículos y nuevos medios, se han transformado, y han adquirido nuevos alcances y métodos.
El reto para la humanidad no es menor, pues se trata de preservar los valores positivos y la posibilidad de que se sigan expandiendo a la vez que se contrarrestan las tendencias indeseables. Este reto se acrecienta dada la imposibilidad de unificar y uniformar las definiciones de lo deseable en sociedades diversas que están en contacto cada vez más intenso a través del ciberespacio.
Las actividades perjudiciales, además, entrelazan cada vez más a ámbitos que en ausencia de la interconexión actual podían verse y administrarse por separado, como por ejemplo la seguridad pública y la nacional.
La interdependencia entre sectores y grupos dentro de cada país y entre países y sectores es cada vez más intensa debido a la irrupción de los medios e interconexiones digitales. Aquello que tenemos en común sobresale a través de múltiples fronteras; aquello que puede dividirnos las atraviesa también, a velocidades superiores a las capacidades de proceso de los sistemas sociales, regulatorios y legales.
La colisión entre un utópico ciberespacio definido por la horizontalidad de Internet y un mundo tradicional ha generado una onda expansiva que en tres décadas ha pasado de la Declaración de Independencia del Ciberespacio a requerir la atención urgente de gobiernos y organismos multilaterales. Conviene disipar desde el primer momento la idea de que Internet ha sido o es un espacio sin ley ni gobierno.
Desde las primeras acciones orientadas a la normalización técnica para garantizar la interoperabilidad en Internet, con la creación de la IETF y el mecanismo de RFCs, la comunidad activa en Internet se ha dado formas de gobernanza. Éstas han sido variadas y adaptadas a la naturaleza de los problemas específicos que han surgido.
Es posible extraer algunas lecciones de lo observado y aprendido durante la formación de ICANN, en la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información, en el Foro sobre Gobernanza de Internet, y en otras experiencias. Volveré a esto hacia el final de esta intervención.
2. Cómo vivir entre el ciberespacio y el mundo pre-Internet
Una observación recurrente entre quienes trabajamos regularmente en las profundidades del contexto de Internet es el deslumbramiento que sufren quienes no lo hacen cuando se encuentran con algunos fenómenos que les resultan novedosos, sea por su reciente invención o por ser el primer encuentro con algo que ya funciona. En este deslumbramiento históricamente se han originado dos tendencias, el dualismo digital y la que juzga que “no hay nada nuevo bajo el Sol”.
Una postura que nos ha estado rindiendo buenos resultados es una que a la vez reconoce la innovación radical y las transformaciones profundas que nacen de Internet, y la permanencia de algunos fenómenos humanos y sociales básicos; éstos son modificados, a veces en forma profunda, por Internet, y es posible rastrear tanto el fenómeno básico como la modificación para encontrar formas de tratar a ambos en forma coherente y conducirlos, darles una gobernanza adecuada si ésta es requerida. Dos conjuntos de premisas nos permiten avanzar rápidamente al menos para dar a los problemas un adecuado encuadre.
El primero es el conjunto de principios de diseño de Internet, jerarquizados como arquitectura de capas, conmutación por paquetes, interoperabilidad, apertura, mejor esfuerzo, punta a punta (también conocido como “inteligencia en la orilla” o “red tonta, orilla inteligente”), robustez, (expresado entre otras formas como “ser generoso con lo que se recibe y parco con lo que se envía”), descentralización, escalabilidad, y la consecuente “innovación sin pedir permiso”.
Derivados de estos principios, seis parámetros parecen ser adecuados y suficientes para hacer esta cartografía entre lo digital, innovador, “cíber”, y sus precedentes en la conducta humana: masificación o escalamiento incluyendo efectos de red; identidad y anonimato; cruce de fronteras jurisdiccionales; reducción de barreras; reducción de fricción; y efectos de memoria y olvido.
Para explicar su aplicación en forma simplificada podemos concentrar nuestra atención por un momento en el delito conocido como “phishing”. Se trata de un fraude acompañado por una suplantación de persona. Lo que requeriría que en la calle una persona aceptara firmar una tarjeta de firmas de una cuenta bancaria para ceder el control de sus recursos, algo que cara a cara sería improbable, de bajo rendimiento y de relativamente alto riesgo para el delincuente, se vuelve accesible a millones de víctimas potenciales mediante la masificación; difícil de atribuir a un culpable específico a través del ocultamiento de identidad; difícil de rastrear, perseguir, imputar y castigar por los cruces de fronteras jurisdiccionales a países donde el rastreo es imposible o la conducta no es perseguida; con facilidad se forma una banda y se adquieren los recursos de software y datos necesarios para el delito al ser mínimas las barreras para relacionar a los delincuentes (como lo son para el comercio electrónico); la víctima actúa de manera instantánea para ceder sus credenciales debido a la mínima fricción necesaria para la transacción; y los delincuentes usan la memoria de Internet para adquirir los datos necesarios para el delito tanto como acuden al olvido para borrar sus huellas.
Muchos problemas, iniciativas de ley, acuerdos y proyectos se benefician de ser cribados por estos seis principios y sus consecuencias como la radical transparencia que Internet permite.
El éxito de muchos de los procesos de gobernanza de Internet y del ciberespacio hasta ahora – los exitosos, valga la redundancia – se origina en que atienden a estos principios (aun “avant la léttre”), se concentran en la capa adecuada, y, algo muy importante, atienden la necesidad de escalabilidad radical de Internet. Otros, en cambio, resultan problemáticos. Por ejemplo, el “derecho al olvido” o los bloqueos, filtros y “takedowns” enfrentan problemas severísimos de escalabilidad, al convertirse en procesos tipo “whack-a-mole”, reactivos y puntuales, o bien descansar en algoritmos y procesos automatizados que no pueden hacer las distinciones sutiles en materia de alcance e intención de las acciones de las que hasta ahora sólo los seres humanos son capaces.
Son exitosos en sus ámbitos la IETF para la normalización técnica; ICANN para la gestión de la parte centralizada del sistema de nombres de dominio y la asignación de direcciones IP; el APWG o Anti-Phishing Working Group y el M3AAWG o Mail, Messaging, and Multimedia Anti-Abuse Working Group; y el IGF o Foro sobre Gobernanza de Internet, cada uno dentro de sus objetivos, porque parten de un principio heurístico, reúnen a las partes realmente interesadas, están estructurados con los “dientes” proporcionales a su función, y tienen una organización escalable para el problema de que se ocupan.
Los mecanismos de gobernanza de Internet exitosos consideran de manera específica el rol de cada “stakeholder”, partiendo además de si su posición se basa en la defensa de un interés, en principios, o de manera diferenciada entre unos y otros. Suponen que cada actor puede tener un papel diferente en problemas diferentes; por ejemplo, los gobiernos pueden asumir un papel consultivo en el IGF, un papel consultivo pero con opinión que es obligatorio escuchar en ICANN, y un papel proactivo y actuante a través de la fuerza pública en el APWG. El papel de los gobiernos siempre será asimétrico y objeto de especial consideración.

3. Hacia dónde va la Cooperación Digital
Como lo señala el documento de la ONU sobre interdependencia y cooperación digital, las preocupaciones y focos de atención de las sociedades contemporáneas pasan por lo digital – desde las telecomunicaciones, evidentemente, hasta la justicia más elemental, la paz y el desarrollo.
La capacidad de Internet de amplificar masivamente las comunicaciones a través de las fronteras ha dado lugar a la existencia de empresas cuyo número de clientes y usuarios es similar o superior al país más poblado de la Tierra, y por ello a que éstas provean espacios a poblaciones inusitadas. Los modelos de negocio de algunas de estas empresas alteran de manera fundamental la naturaleza de la esfera pública. Sin restar importancia a la inclusión económica, los riesgos civilizatorios son extraordinarios y deben ser abordados. Al mismo tiempo, al hacerlo, debemos dejar de lado los pánicos morales, la exageración de los riesgos, y el deslumbramiento – positivo o negativo – de la novedad más reciente.
La Cooperación Digital exitosa será la que no sea impuesta desde arriba sino producto de acciones voluntarias, bien intencionadas, racionales, y basadas en evidencia. De los modelos que propone el informe del Panel debe surgir una síntesis dinámica, constantemente en ajuste, cada vez más incluyente y racional.
Debemos reconocer que se ha creado un régimen novedoso en el espacio “multistakeholder”. Este tipo de gobernanza no se inventó para Internet ni existe solamente en el ciberespacio. Campos tan variados como las finanzas, los bosques, el pastoreo, la pesca y los deportes muestran instancias de ella. Hay que prestar especial atención a actores poderosos y hábiles que cosechan éxitos o precedentes citables en este régimen para apalancar su posición en el multilateral y viceversa, en un ciclo que no es aprovechado igualmente por todos los actores. Ahí está uno de los mayores retos para la política exterior.
Debemos evitar también las trampas del lenguaje, desde el que significa demasiado por su contenido emocional como “seguridad” hasta el que pierde significado por su polisemia como “cíber”; el que carga los dados invocando a los niños o el que oculta la promoción del odio bajo una falsa defensa de la libertad de expresión. Cada uno de estos temas nos lleva a dobles y triples varas de medir que sólo podemos superar con comunicación honesta y eventualmente un nuevo contrato social, de grano muy fino y dinámico, en el que más allá de reglas escritas tengamos claro qué es permisible y qué no, con la información y datos de otros, con los riesgos de manipulación, con las diferencias culturales, y con los pisos de derechos humanos que no pueden ser ignorados.
Y debemos tener claro que la conducta se modula y regula en el plano de la conducta misma. Odio y discriminación, barreras al desarrollo, se amplifican o se pueden reducir en el ciberespacio, pero ante todo a través de sus herramientas para dar cauce a decisiones sobre lo humano y social.
Eventos como el que hoy nos congrega deben servir para la construcción de confianza, la expresión del disenso, el planteamiento de políticas creíbles desde la de acceso hasta las más abstractas de innovación experimental, y para identificar las múltiples áreas en que todavía no estamos todos para ir activamente por quienes faltan, dentro o fuera del país. Sabemos que un modelo monolítico es inviable. Es sospechoso de compatibilidad con la idea del gobierno único para la humanidad, no es escalable, no es suficientemente dinámico, y no prueba su legitimidad con el criterio que el sistema multilateral soslaya y la comunidad técnica privilegia: legitimidad basada en eficacia.